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Apelando a la denominación the ultimate still life, en franca alusión al readymade duchampiano al tiempo que una crítica a la espectacularidad y el entretenimiento que brinda el arte cinético, Gudiño fabrica una suerte de simulacro al montar en medio de un cuarto sin conexiones eléctricas cercanas, un ensamble de objetos destinados a manipular el aire, o bien, a contenerlo y estabilizarlo. El espectador completa la pieza al imaginar cómo se movería el aire contenido en una bolsa de plástico sostenida por un ventilador. No hace falta que éste último reciba energía eléctrica y, aún así, el que observa siente la necesidad de hacerlo funcionar para corroborar la operación mental que se lleva cabo en su imaginación. La levedad del ejercicio se subraya al colocar el ventilador sobre una lata de cerveza vacía que hace el montaje más frágil a la vez que proporciona la oportunidad de imaginar un segundo escenario en el que el ventilador caería sin remedio. Una insinuación, asimismo, al movimiento en potencia. |